Sionismo cristiano: cuando la fe se convierte en ideología de guerra
Ya se te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno.
Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor:
que practiques la justicia, que ames la misericordia
y que camines humildemente con tu Dios
Miqueas: 6, 8.
Nota preliminar
En este espacio he compartido, sobre todo, reflexiones sobre la cultura guamalera y nuestras tradiciones. Sin embargo, hoy quiero abrir un paréntesis necesario. Como cristiano y como ciudadano, no puedo permanecer en silencio ante lo que ocurre en Palestina. Este no es un tema ajeno a la fe ni al compromiso humano: se trata de vidas inocentes, de pueblos que sufren, de injusticias que claman al cielo.
Escribo este texto con plena conciencia de que puede incomodar. Algunos pensarán que es un asunto “político” y que debería dejarse a un lado. Pero el cristianismo no es evasión: es caridad, justicia y también denuncia profética. Así como Juan el Bautista señaló lo incorrecto en su tiempo, también hoy los creyentes estamos llamados a hablar cuando la dignidad humana es pisoteada.
Por eso comparto aquí esta reflexión, que no pretende ser definitiva ni exhaustiva, pero sí honesta: una invitación a pensar qué significa ser cristiano en un mundo atravesado por la guerra, el odio y el sufrimiento del pueblo palestino.
Introducción
En medio de la tragedia palestina, hay un fenómeno que suele pasar desapercibido pero que influye poderosamente en la manera en que se justifica la barbarie: el sionismo cristiano. Se trata de una corriente ideológica, especialmente presente en sectores evangélicos, que interpretan literalmente la Biblia para afirmar que el Estado moderno de Israel es la encarnación del Israel bíblico, el “pueblo elegido” por Dios.
De acuerdo Krusch (2025) el sionismo cristiano es “el apoyo cristiano a la causa sionista, es decir el retorno del pueblo judío a su patria bíblica en Israel”. En palabras de Priego (2025) “Esencialmente, el sionismo cristiano plantea que para que se cumplan las Sagradas Escrituras, los judíos deben estar en la Tierra Prometida lo que a convierte a los sionistas cristianos en fervientes valedores de Israel” (p. 216).
Desde esa lectura, los hechos políticos y militares que presenciamos, en vivo, a través de las redes sociales y demás medios de comunicación, se asumen como parte de un plan divino que no debe cuestionarse.
Origen moderno
Aunque suene antiguo, el sionismo cristiano no proviene directamente del cristianismo primitivo. Surge en el siglo XIX, a partir del dispensacionalismo, desarrollado por John Nelson Darby, que dividía la historia en etapas previstas por Dios. Según esta interpretación, el retorno de los judíos a Palestina sería condición necesaria para la segunda venida de Cristo, puesto que, según Sandoval (2020) “la Biblia enseña que el único plan de Dios para la historia se lleva a cabo a través de Israel y la iglesia con el propósito de su glorificación” (p. 80).
Se pueden encontrar tres justificaciones para el surgimiento del sionismo cristiano: religioso, político y militar. En el campo religioso, como se había dicho, se encuentra la creencia de que el regreso de los judíos a Israel precede a la vuelta de Jesús (como su rey) a la Tierra, pero también una especie de deuda de gratitud por haber traído al mundo a un judío, Jesús, como su salvador. También hay sionistas cristianos que consideran que es necesario apoyar a Israel por ser éste un aliado político y militar de primer orden en una zona donde los estados cristianos no tienen precisamente amigos, aunque no se debe olvidar que estos mismos estados y su colonialismo son los que han hecho de esta zona del mundo un verdadero polvorín.
Creencias centrales
Los sionistas cristianos sostienen tres ideas clave: 1. Que el regreso de los judíos a la tierra prometida es cumplimiento de ciertas profecías bíblicas. 2. Que el Estado de Israel debe existir y expandirse como parte del plan divino. 3. Que apoyar política y financieramente a Israel es un deber de fe.
Bajo esa lógica, la violencia contra el pueblo palestino se justifica como un “mal necesario” en el camino hacia la segunda llegada de Cristo en el fin de los tiempos.
Biblia y geopolítica: mitos de continuidad
Uno de los argumentos más repetidos en el debate sobre Palestina e Israel es la supuesta identificación entre los pueblos bíblicos (veterotestamentarios) y las naciones actuales, encontrando, en sus relatos, justificaciones para definir al pueblo palestino actual como un enemigo “natural” de Israel, olvidando el desdibujamiento que ha tenido el conflicto entre los países árabes e Israel, propiciado por la Resolución 181 de la ONU en 1947, como consecuencia de la Declaración Balfour de 1917.
Antes de pasar a analizar de manera particular estos mitos de continuidad es necesario recordar el origen mítico común que tienen los árabes y los judíos, ambos pueblos semitas, descendientes de Sem, hijo de Noé, al igual que los demás pueblos hablantes de alguna de las lenguas semíticas, como el hebreo, árabe, arameo, amhárico y maltés.
El origen mítico común de estos pueblos se encuentra en Abraham, quien tuvo con su esclava Agar a Ismael (Gen 16: 1 – 15) y con su esposa sara tuvo a Isaac (Gen 21: 1 – 7). Del primero se originaron los pueblos árabes y del segundo el pueblo judío. Ambos pueblos serían, según el relato bíblico, una gran nación, pues Dios dijo a Abraham al expulsar a Agar e Ismael: “No te angusties por el muchacho ni por tu esclava. Hazle caso a Sara, pues tu descendencia se establecerá por medio de Isaac. Pero también del hijo de la esclava haré una gran nación, porque es descendiente tuyo” (Gen 21: 12 – 13).
Estos fragmentos bíblicos constituyen una muestra de lo infructuoso que termina siendo intentar justificar ideologías modernas en estos relatos milenarios. El conflicto que ha desembocado en el genocidio actual es un conflicto colonial de origen geopolítico, no religioso.
¿Palestinos = filisteos?
Algunos cristianos sionistas dicen que los palestinos son los mismos filisteos para reforzar la narrativa bíblica de un antagonismo eterno entre Israel y sus enemigos. La evidencia histórica contradice esta afirmación: Los filisteos eran parte de los llamados Pueblos del Mar, de probable origen egeo, que se asentaron en la costa sur de Canaán (actual Gaza y alrededores) hacia el siglo XII a.C. Su cultura tenía rasgos distintos a los cananeos e israelitas, con cerámica, lengua y prácticas religiosas propias (Dothan & Dothan, People of the Sea, 1992).
El término Palestina proviene de Syria Palaestina, nombre dado por los romanos tras sofocar la revuelta judía en el año 135 d.C., como forma de borrar la referencia a Judea.
La identidad palestina moderna se formó mucho más tarde, en el siglo XX, como resultado de siglos de mestizaje (cananeos, árabes, romanos, judíos, otomanos, etc.) y en reacción al colonialismo británico y al sionismo (Khalidi, 1997).
La conexión entre los filisteos bíblicos y los palestinos actuales es, sobre todo, lingüística y geográfica, no étnica ni cultural.
¿Israel bíblico = Estado de Israel actual?
También se suele afirmar que el Estado moderno de Israel es la continuación directa del pueblo de Israel del Antiguo Testamento. De nuevo, la evidencia histórica lo desmiente:
El Israel bíblico fue una confederación tribal y luego un reino de la Edad del Hierro, destruido por las potencias imperiales hace más de 2.500 años. Fue conquistado sucesivamente por asirios, babilonios, persas, griegos y romanos.
Después de la destrucción del templo de Jerusalén en el 70 d.C. los judíos se dispersaron. Tras esta diáspora, la identidad judía se preservó principalmente a través de la religión (Torá, sinagoga, rabinismo) y la cultura, no en la forma de un Estado.
El Israel moderno es un proyecto político del sionismo judío de fines del siglo XIX, encabezado por Theodor Herzl, no como continuidad estatal bíblica, movilizando población proveniente de múltiples comunidades judías del mundo.
Su conformación fue posible por una combinación de colonialismo británico (Declaración Balfour, 1917), el trauma del Holocausto y el respaldo internacional tras la Segunda Guerra Mundial (Resolución 181, 1947). Su población es una mezcla de comunidades judías ashkenazíes, sefardíes, mizrajíes, además de árabes palestinos (musulmanes, cristianos y drusos).
Una conclusión previa, pero necesaria
Ni los palestinos son los filisteos, ni el Israel actual es el Israel bíblico. Son identidades distintas, construidas en tiempos diferentes, aunque ambas recurran a la Biblia para dotarse de legitimidad histórica. La confusión entre religión, historia y política no es inocente: sirve para justificar proyectos de poder y para ocultar la complejidad cultural de una región marcada por el mestizaje y la convivencia milenaria de pueblos diversos.
Confundir al Israel bíblico con un Estado moderno es un anacronismo teológico que reduce la fe a ideología política. Identificar la situación actual en Gaza y en el Líbano como una lucha entre el bien y el mal que pondrá las condiciones para cuando llegue o vuelva el Mesías es una muestra más de que el arma de destrucción masiva más tenebrosa con la que cuenta la humanidad es el fundamentalismo religioso.
Sionismo cristiano y política ultraderechista
Además de su lectura bíblica literalista y de su sionismo, muchos cristianos sionistas comparten un rasgo político: su cercanía con corrientes ultraconservadoras y su hostilidad hacia ideologías de izquierda. En América Latina este fenómeno no es nuevo. Estudios recientes muestran que los evangélicos en países como Brasil y Argentina han pasado de una participación política relativamente contingente a alinearse de forma consistente con políticas y partidos autoritarios o conservadores. (Semán & García Bossio, 2021).
Este giro coincide con el ascenso de una nueva derecha religiosa (Cowan, 2018) que ha contribuido a articular discursos de moral tradicional, anticomunismo y nacionalismo económico bajo identidades cristianas.
La afinidad entre sectores fundamentalistas religiosos y proyectos políticos de ultraderecha en Colombia se hizo especialmente visible durante la campaña por el plebiscito de 2016, aunque este fenómeno no se limitó a la coyuntura del plebiscito, como lo ha mostrado Bohórquez (2021) en relación a la campaña anti-género en la cual la convergencia de activistas conservadores utilizaron un lenguaje religioso para traducir disputas políticas en términos morales absolutos, reforzando así una retórica de defensa de la familia tradicional y de oposición frontal a cualquier avance en derechos sexuales y reproductivos.
Este fundamentalismo no es un fenómeno exclusivamente evangélico, pues dentro del catolicismo también existen corrientes ultraconservadoras que han actuado como soporte ideológico de proyectos políticos de derecha, compartiendo rasgos como el literalismo bíblico, rechazo a la pluralidad cultural y política, y oposición a transformaciones sociales percibidas como amenazas al orden “natural”.
En términos ideológicos, esta alianza religiosa-política se articula en torno a tres ejes: el anticomunismo, heredero de la Guerra Fría y hoy revitalizado frente a gobiernos progresistas; el rechazo a las políticas de género y diversidad sexual, presentadas como imposiciones foráneas que atentan contra la familia; y el apoyo a Israel y al sionismo cristiano, entendido como cumplimiento literal de profecías bíblicas y como señal de fidelidad religiosa. En todos estos casos, los marcos religiosos legitiman agendas políticas de exclusión, que tienden a favorecer proyectos autoritarios o neoliberales en detrimento de enfoques pluralistas y de derechos humanos.
Conviene aclarar, no obstante, que este vínculo no significa que todos los evangélicos o católicos colombianos compartan las mismas posiciones políticas. Existen también comunidades y liderazgos religiosos comprometidos con causas de justicia social, defensa de la paz y promoción de los derechos humanos. Sin embargo, la visibilidad y eficacia política de los sectores fundamentalistas han permitido que su discurso conservador tenga una influencia desproporcionada en el debate público colombiano, reforzando la conexión entre religión, ultraconservadurismo y poder político.
Profecía y denuncia ante el genocidio
Los cristianos no podemos ser neutrales. Al margen del debate jurídico en torno a si lo ocurrido en Gaza es un genocidio o no, no debemos callar rente al sufrimiento del pueblo palestino sin traicionar el evangelio.
La tradición bíblica ofrece un horizonte ético: los profetas no eran cómplices del poder, sino su conciencia crítica. Juan el Bautista denunció la corrupción y la injusticia aun a riesgo de su vida. Asumir la fe cristiana implica, por tanto, no solo esperar en la salvación, sino también tener la valentía de nombrar el genocidio y denunciar la barbarie, recordando que ninguna estrategia política ni cálculo geopolítico puede justificar la violación de la dignidad humana.
La Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (1948) exige dos elementos: (1) la comisión de actos concretos —matar, causar daño grave físico o mental, imponer condiciones de vida destinadas a la destrucción, impedir nacimientos, o transferir niños— y (2) la intención específica (dolus specialis) de destruir, total o parcial, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Sin la prueba de esa intención deliberada, los hechos pueden constituir crímenes atroces (crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad, exterminio) pero no necesariamente genocidio según la letra de la Convención.
Las acciones contra la población palestina muestran rasgos y consecuencias que encajan con las categorías del genocidio (muerte en masa, condiciones de vida impuestas para destruir, deportaciones, ataques a la reproducción social), tal como han concluido Amnistía International y Human Rights Watch.
La caridad es el corazón del Evangelio y constituye la medida de autenticidad de la fe cristiana. Jesús lo dejó claro en la parábola del Buen Samaritano (Lc 10,25-37) y en el juicio final: “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber” (Mt 25,35). San Pablo resumió la misma enseñanza al afirmar que “la caridad es el pleno cumplimiento de la ley” (Rom 13,10). La caridad, en sentido cristiano, no es un acto accesorio ni un sentimiento pasajero, sino el modo de vida al que está llamado todo discípulo de Cristo.
Por eso, resulta una contradicción flagrante que algunos creyentes, escudados en lecturas ideológicas de la fe, apoyen o justifiquen crímenes de lesa humanidad. Nada puede estar más lejos del Evangelio que avalar la destrucción sistemática de vidas inocentes. Quien bendice la violencia se aparta del mandamiento de Cristo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 13,34). Pretender ser cristiano sin ejercer la caridad es traicionar la esencia misma del mensaje de Jesús. Y apoyar políticas de odio, exterminio o exclusión, bajo cualquier bandera, es negar en los hechos al Dios que se ha revelado como amor.
Cristianismo y universalidad de la fe
Un aspecto que suele olvidarse en los discursos del sionismo cristiano es que el cristianismo no es lo mismo que el judaísmo. Jesús de Nazaret, nacido judío, llevó el mensaje de salvación primero a su pueblo, pero lo abrió también a los gentiles (los no judíos). San Pablo lo expresó con claridad en sus cartas: “ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús” (Gál 3:28). Esa universalidad debería guiar la ética cristiana actual, especialmente en contextos de conflicto.
El núcleo del cristianismo es, precisamente, esa universalidad: la fe no se ata a un Estado, a un pueblo concreto ni a un territorio específico, sino que abarca a toda la humanidad. Aferrarse fanáticamente a ciertas partes del Antiguo Testamento para justificar privilegios políticos o étnicos significa reducir la buena nueva de Cristo y convertir el evangelio en una ideología nacionalista.
En este sentido, las iglesias históricas han hecho sus pronunciamientos: El Patriarca Ortodoxo de Jerusalén, Theophilos III, el pasado 12 de agosto, ha declarado que la misión de la Iglesia no es política sino pastoral: acompañar al sufrimiento humano en todas sus expresiones, defender la santidad de la vida, los derechos humanos de todos los afectados, y llamar a la justicia.
Los últimos dos Papas han condenado reiteradamente los ataques contra civiles en Gaza, haciendo un esfuerzo por destacar que los afectados no son “enemigos”, sino familias, personas enfermas, niños, ancianos, personas con discapacidad. Por ejemplo, en diciembre de 2023, el Papa Francisco denunció que los civiles desarmados estaban siendo objeto de bombardeos y disparos, y mencionó muertes en la Parroquia de la Sagrada Familia, donde no había combatientes, sino personas vulnerables. En la audiencia general del pasado 27 de agosto, el Papa León XIV hizo este llamado – uno de tantos - a la comunidad internacional “Ruego que todos los rehenes sean liberados, que se alcance un alto al fuego permanente, que se facilite la entrada segura de ayuda humanitaria y que se respete plenamente el derecho internacional humanitario”.
Estas posturas, compartidas por católicos y ortodoxos sobre la situación en Tierra Santa, muestran que el cristianismo auténtico no se ata a proyectos nacionalistas, sino que llama a reconocer la dignidad de todos los pueblos y a buscar caminos de justicia y paz más allá de cualquier frontera.
Para los católicos y para muchos otros cristianos, el verdadero pueblo de Dios no se identifica con una nación moderna, sino con la humanidad en su totalidad. La Iglesia, en su enseñanza, ha recordado que la misión cristiana es defender la dignidad de todos los pueblos y no legitimar exclusiones o violencias. En ese sentido, apoyar ciegamente a un Estado concreto en nombre de la fe nos hace más sionistas que cristianos.
Una invitación crítica
Criticar el sionismo cristiano no significa negar la historia judía ni mucho menos caer en el antisemitismo. Se trata de cuestionar una ideología que convierte la fe en instrumento de guerra y justifica violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Si la Biblia inspira algo, debería ser la defensa de la vida, la justicia y la paz, no la sacralización de un conflicto armado. Por eso debemos ser enfáticos al señalar el genocidio en Gaza.
La caridad cristiana no puede reducirse a un gesto piadoso ni a palabras vacías: es una forma de vivir la fe que se traduce en solidaridad, en defensa del débil, en denuncia del abuso. Apoyar o justificar el sufrimiento del pueblo palestino no es compatible con el Evangelio. Jesús no nos enseñó a tomar partido por los poderosos, sino a ponernos del lado del herido en el camino, como el buen samaritano.
Hoy, el pueblo palestino es ese herido tendido en la vereda de la historia. El silencio de los cristianos frente a su dolor es complicidad. Nuestra vocación no es la tibieza, sino la profecía: señalar lo injusto, aun cuando incomode, y proclamar que la vida humana es sagrada siempre, sin excepciones.
Ser cristiano significa, por tanto, rechazar toda forma de violencia, de apartheid y de genocidio. Significa afirmar que ningún Estado, ninguna ideología y ninguna manipulación de la Escritura puede justificar el exterminio de un pueblo. Si callamos, las piedras gritarán (Lc 19,40). Si hablamos, tal vez incomodemos, pero estaremos siendo fieles a Cristo y a la caridad que nos mandó a vivir.
El cristiano, como Juan el Bautista, está llamado a ser voz que clama en el desierto, denunciando la injusticia aun cuando incomode a los poderosos. Callar frente al sufrimiento del pueblo palestino, relativizar su dolor o justificar la violencia contra ellos, sería una traición al Evangelio. La caridad no es tibieza ni neutralidad cómplice, sino amor activo que defiende la dignidad de toda persona, sin importar su nación, raza o credo.
La Iglesia no puede ser espectadora muda ante crímenes que hieren la conciencia universal. Como profetas de este tiempo, los cristianos debemos proclamar con claridad: no es compatible con la fe en Jesucristo apoyar ni justificar actos de exterminio, despojo o apartheid. El silencio o la complicidad nos convierte en aliados de la injusticia. La verdadera fidelidad a Cristo exige estar del lado de los crucificados de la historia, y hoy el pueblo palestino ocupa ese lugar.
Referencias
- Bohórquez, Á. (2021). La “ideología de género” en el plebiscito por la paz en Colombia: Religión, política y movilización conservadora [Tesis de maestría, Universidad Nacional de Colombia]. Repositorio UNAL. https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/81483
- Catholic Register. (2023, December 17). Pope Francis condemns targeting of unarmed civilians in Gaza. The Catholic Register. https://www.catholicregister.org/faith/homilies/item/36253-pope-francis-condemns-targeting-of-unarmed-civilians-in-gaza
- Cowan, B. A. (2018). A hemispheric moral majority: Brazil and the transnational construction of the New Right. Revista Brasileira de Política Internacional, 61(1), e004. https://doi.org/10.1590/0034-7329201800102
- Dothan, T. & Dothan, M. (1992). People of the Sea. The search for the Philistines. https://archive.org/details/peopleofseasearc00doth
- Khalidi, R. (1997). Palestinian Identity: The Construction of Modern National Consciousness. Columbia University Press. http://www.jstor.org/stable/10.7312/khal15074
- Krusch, D. (2025). Sionismo cristiano. Jewish Virtual Library. https://www.jewishvirtuallibrary.org/christian-zionism#:~:text=Christian%20Zionism%20can%20be%20defined,to%20Earth%20as%20its%20king.
- Naciones Unidas. (1948). Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio. Adoptada por la Asamblea General de la ONU, resolución 260 A (III), de 9 de diciembre de 1948. Naciones Unidas. https://www.ohchr.org/es/instruments-mechanisms/instruments/convention-prevention-and-punishment-crime-genocide
- Priego, A. (2025). El sionismo cristiano y su relación con el Estado de Israel. Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales, año 27, nº 59. Segundo cuatrimestre de 2025. Pp. 215-235.
- Sandoval, J. (2020). El plan de Dios para Israel: ¿Es bíblico el dispensacionalismo? Berit Olam 17 (2): 65 – 88.
- Semán, P. F., & García Bossio, M. P. (2021). Evangelicals and politicians in Argentina and Brazil: Transformations and conservative choices. Cultural Studies, 35(2-3), 411–433. https://doi.org/10.1080/09502386.2021.1902547
- Uranga, W. (2025, 8 de septiembre). Guerra en Gaza: León XIV se involucra en primera persona. Página/12. https://www.pagina12.com.ar/855861-guerra-en-gaza-leon-xiv-se-involucra-en-primera-persona
- Vatican News. (2025, August 12). Greek and Latin Patriarchates of Jerusalem: Gaza war must end. Vatican News. https://www.vaticannews.va/en/church/news/2025-08/greek-latin-patriarchates-jerusalem-on-gaza-war-must-end.html
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