lunes, 7 de julio de 2014

Tite Curet Alonso: Patrimonio cultural caribeño I

En todo el espectro musical del Caribe un ámbito regularmente confuso en su definición es el de la música comercialmente llamada Salsa: un concepto y producto creado por el sello FANIA en la década de los sesentas con la conjunción de diferentes vertientes de las músicas afroantillanas bajo un nombre y un sello comercial que aprovechó la herencia musical latina presente en Norteamérica desde principios del siglo veinte y que, luego de la dramática ruptura que significó el bloqueo norteamericano a Cuba tras el ascenso de la revolución y la aparición de aires como el Rock’n Roll con el fenómeno Beatles, había quedado en un segundo o tercer plano; revitalizándola con las aportaciones de los nuevos emigrantes, principalmente Puertorriqueños y los Newyorricans asentados en las barriadas neoyorquinas, teniendo al Bronx como su epicentro, dando de este modo paso a la revolución musical de la Salsa de manos del Dominicano Johnny Pacheco y el Italoamericano Jerry Masucci, quienes propiciaron la conjugación de la vitalidad del recién aparecido Boogaloo, versión latina del Ritm´n blues y el Rock, con la elegancia, el virtuosismo y el glamour de las orquestas de la vieja escuela, retomando la música cubana, ya conocida, variándole los arreglos, básicamente.

La Salsa no es un género musical, sino un universo compuesto por muchos géneros de origen afroamericano, un pluriverso que ha sobrepasado las fronteras musicales para convertirse en un mecanismo de generación, consolidación y expresión de identidad cultural y social latina, al margen del discurso hegemónico oficial instaurador de una historia y una cultura por vía de la subyugación; buscando decir lo negado y oculto, lo no dicho, nutriéndose de los discursos históricos y estéticos que han dado forma al caribe insular y continental, erigiéndose como catalizador de  la construcción y reafirmación de una cultura autóctona regional e incluso continental.

En este sentido, Catalino Curet Alonso, don Tite, con sus más de dos mil canciones registradas, de las cuales no menos de cien han sido éxitos rotundos y, por lo menos, veinticinco se han catalogado como inmortales, forjadoras de la época dorada de la Salsa, se yergue, más allá de los publicitados intérpretes y las afamadas agrupaciones, algunos de estos con su propia leyenda particular, como el más grande genio musical y poético (si es que esto no es una redundancia) salsero, gracias a su percepción de la vida cotidiana y su capacidad sin igual para mezclarlas con sus conocimientos históricos y musicales, su sentido de la justicia social, sus sentidos del humor y del dolor propio y ajeno, sublimándolos en melodías, metáforas y versos de la mayor factura y pertinencia interpretativa del sentir y el espíritu de su tiempo y su espacio geográfico que, por obra y gracia de esta música, terminaron siendo nuestros. Latino. De todos.

Don Tite, por medio de la Bomba, la Plena, el Montuno, el Son, el Guaguancó y otros ritmos afroantillanos, emprende el viaje que por otros medios han emprendido otros autores que, como él, han esgrimido la originalidad del ser, el sentir y el verbo caribe, en busca de construir una voz propia que cante esa visión particular del universo que es la del habitante de esta región, reivindicando la herencia amerindia y africana frente a la herencia europea, sin ignorarla, desacralizándola regularmente al desconocer o subvertir sus principios y valores tantas veces copiados y relamidos en busca de una europeización caricaturesca de lo americano. Este es el mismo viaje emprendido, entre otros, por Carpentier, Walcott, Perse, Césaire y García Márquez, quienes en palabras del mismo Carpentier, se han dado a “la tarea adánica de darle a cada cosa su nombre”.

A pesar de la segura resistencia que debe generar en algunos sectores a ser visto como poeta, poeta sin acotaciones, sobre todo la de popular que le suelen endilgar a los cultores de la poesía cantada, don Tite cultivó una poesía en la que no sólo supo escuchar a sus futuros intérpretes, sino a sus destinatarios finales, rumberos y demás gente del común, que a la vez eran la fuente de sus canciones bien fueran de tipo amoroso o social, las dos grandes vertientes entorno a las cuales giran sus creaciones pero que, si nos atenemos a la máxima suya con que inicia el documental de 2011: ¡Sonó, sonó… Tite Curet!: Canción social es también un tema amoroso que descubra el conflicto de los sentimientos en una sociedad que nos castra para amar o por lo menos lo intenta, no serían sino dos caras de una misma moneda que él bien cultivó.

Esos conflictos de los sentimientos a los que se refiere don Tite están dados por la dualidad: amor – desamor, extremos que consumen las pasiones de los enamorados y que, como él mismo lo decía, sustentan las composiciones entorno al amor: Acuérdate Rubén… Los boleros se componen al principio o al final, no en el medio, nos relata Blades en Sonó, sonó. Entre sus composiciones ocupadas de esta dualidad: amor – desamor y que evidencian claramente estos conflictos sentimentales encontramos las que hablan del anonadamiento, la negación a la que llegan los amantes en procura de del ser amado u objeto de su deseo. Héctor Lavoe en Piraña, nos permite escuchar estos versos que ejemplifican esa negación:

Sobre tierra dormida,
duramente abatida
por la luz del sol,
por ahí crucé, para verte a ti.

Nada fue la distancia
con mi loca esperanza
de volverte a ver,
otra vez mujer y palabra que sí. 

En la canción Callejón, interpretada por Arabella, para la película venezolana Retén de Catia, podemos encontrar estos versos en el mismo sentido.

Penando en el callejón
así fue que te encontré,
y a tu lado me acerqué
sin una interrogación.

Locuras de juventud,
fallas de la buena fe,
supe yo quién eras tú,
cuando para mí dejé de ser.
Algunas veces encontramos en sus canciones la pena causada por el augurio, el presagio del fin cercano del amor, como cuando hay la sensación
de agua con viento
, nos dice Lavoe en el tema Barrunto.

Barrunto en mi corazón, presentimiento
de que pronto llegará la separación.
Si ayer fue felicidad, hoy es tristeza,     
pero qué angustia, melancolía, desilusión. 

En el desgarrador bolero Mi triste problema, interpretado por Cheo Feliciano nos da cuenta no sólo de esa certeza incontrovertible, sino del profundo dolor de estar en una tragicomedia viviendo la vida como si nada hubiera pasado.

Estar convencido 
de que en un vacío peor que el olvido, 
se hundió todo aquello 
que siendo tan nuestro ya es tiempo perdido. 

Andar con la pena 
de que nadie sepa cuál es mi dolor, 
sentir mi problema y vivir la vida 
con cara de amor. 

Cuando esos amores terminan nos viene regularmente un desgarramiento, una honda tristeza que nos lleva a un despeñadero y nos nubla todo el panorama al descubrir, como Willie Rosario y Gilberto Santa Rosa, lo que en verdad está tras el Antifaz.
En el antifaz, 
del suelo recogí 
lo que fue mi alegría 
y mi felicidad. 

Tu antifaz se cayó, 
lo tuyo... eso no era amor.

Del suelo yo recogí 
junto con el antifaz, 
lo que fue mi alegría, 
y mi felicidad y tu falsedad. 

Cuando llega ese momento sólo nos queda cantarle a viva voz a ese amor, con la Apollo Sound de Roberto Roena, el Guaguancó del adiós.

Yo soy una voz que te llamó,
porque te amo, tú fuiste el silencio criminal. 
Yo te vi pasar, mire tu adiós,
jure callar, fue mi alma la que te nombró.

Aunque tu vuelvas a mi
después de lo que ha pasado,
yo voy a decirte así:
aléjate de mi lado.  

Si se prefiere, puede utilizarse la estrategia usada por Lavoe con su famosísimo: Te quise, te tuve, te mantuve, pero ya no te quiero, ya no te quiero… eres el diario la prensa, radio bemba, radio bemba soneo de Periódico de ayer, tema en el que don Tite da cuenta de su variopinta inventiva.

Tu amor es un periódico de ayer, 
que nadie más procura ya leer. 
Sensacional cuando salió en la madrugada, 
a mediodía ya noticia confirmada, 
y en la tarde materia olvidada. 

Tu amor es un periódico de ayer. 
Fue el titular que alcanzó página entera, 
por eso ya te conocen donde quiera, 
tu nombre ha sido un recorte que guardé 
y en el álbum del olvido lo pegué. 

En medio de esa dualidad amor – desamor trabajada magistralmente por don Tite, se encuentran ocasiones en las cuales un amante pretende ponerse en papel de víctima y, de una forma u otra dejar por el suelo a su contraparte, como en el tema: La tirana, que disparó la carrera de la cubana: La Lupe.

Según tu punto de vista 
yo soy la mala, 
vampiresa en tu novela, 
la gran tirana. 

Cada cual en este mundo 
cuenta el cuento a su manera, 
y lo hace ver de otro modo 
en la mente de cualquiera.

Desencadenas en mí, 
venenosos comentarios, 
después de hacerme sufrir 
el peor de los calvarios. 

En ocasiones encontramos a algunos amantes que tienen la oportunidad de la revancha, de la contra en sus relaciones fallidas y pueden, con Bobby Valentín, cantarle a Aquella mujer.

El tiempo fue un remedio que apliqué 
jamás la carcajada lamenté, 
y qué me importa ya si se rió de mí. 

Aquella mujer, hoy la he vuelto a ver 
qué lástima da y pensar que la amé. 
He visto a aquella mujer, que diferente se ve. 

Ni las siete potencias te vuelven a componer. 
Aquella mujer, aquella mujer que como ciego yo amé 
se encuentra sola y triste pensando que hacer. 

Hay otro tipo de amantes que, a pesar de que su relación no haya tenido el final que ellos anhelaban, conservan un particular agradecimiento hacía ese ser a quien, contra todo pronóstico, siguen ofrendando, como Maelo Rivera, de todas maneras rosas, ramos de primavera y color.

Aunque el hastío, 
la diferencia, el olvido, 
caigan sobre lo vivido 
al final como el telón. 

Yo traigo un ramo, 
un ramo de lindas flores 
de perfumados colores, 
para quien ya me olvido. 

De todas maneras rosas 
para quien ya me olvido. 
La mujer es una rosa 
con espinas de pasión. 

Algunos amantes permanecen en una resaca, una tusa crónica a raíz del amor perdido, sin lograr asimilar la ruptura y sin poder superar el duelo acusado por ese quebranto tan doloroso en sus vidas, aferrándose de manera indefinida, con Roberto Roena, a la marejada feliz de ese amor que su amor arrasó.

Ahora mi vida es el mar, 
vivo contando las olas 
y así me pasan las horas, 
y vuelve a llegar la aurora. 
 
Todas las noches me voy 
junto a la orilla del mar, 
a preguntarle a las olas 
si han visto mi amor pasar. 

Soy la arena que en la playa 
vive sola su tristeza, 
tú eres ola misteriosa 
que en la bruma te me alejas.

Algunos amantes a pesar de pasar por esta postración llegan a encontrar la cura para ese mal y pueden al fin liberarse de la  mortificación en que se ha llegado a convertir esa pasión frustrada, cantando con Frankie Ruiz.

Si te dicen que yo me estoy curando es la verdad 
y la cura que yo estoy buscando es realidad.
 
Aunque me salga tan cara algo tiene que me ampara 
es mejor que tu mentira que me llenaba de ira y nada más. 

Diariamente yo me curo de lo duro que fue vivir sin ti. 
Diariamente, te lo juro, aunque me agita a veces la desesperación...  

Así pueden acompañar, finalmente, a Cheo Feliciano a decir a ese amor que por muy duro que haya sido, por tanto que haya costado, de todas maneras y para nunca más volver, salí porque salí.

Para ti ni siquiera yo tendré,
ni quizás la limosna de un mirar,
fue mejor sepultar en el ayer
tu lejano amor prohibido
que jamás debió de ser.

Otra vez voy pasando por ahí
otra vez con mi cara tan feliz,
si a tu amor yo llegué porque llegué,
de tu amor yo salí porque salí.


Sólo con estas trece canciones anteriores don Tite, a fuerza de haberse instalado en el inconsciente colectivo caribeño y haberse hecho parte de la vida cotidiana de casi todos los habitantes de esta región, o sin el casi, podría ser catalogado, a juicio de mi amigo Alan González, como un genio literario ya que, para él lo es quien allá logrado esto; sin embargo, a pesar de que estas canciones puedan darle esa categoría, son muchas más en las que el realiza una concienzuda exploración de los conflictos sociales del caribe, algunos de los cuales son universales como la pobreza y la desigualdad. Estos son abarcados en esa contracara de la moneda de su canción social, en la cual explora y evidencia, esas otras luchas, eternas por lo demás, de nuestros pueblos, pintando en sus composiciones cuadros de una vida que no cambia a pesar del tiempo. A pesar de siglos, desde la época de la conquista y la colonia, donde mataron a muchos Camilos Manrique y Anacaonas y décadas en las que Juanes Albañiles siguen construyendo casas que no pueden volver a pisar, mientras incontables Juanitos Alimañas se alinean con los de arriba. 


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