lunes, 10 de marzo de 2014

Malohe o Vito Apüshana: Una poética de la reafirmación (II)



Entre tanto, el Vito que recorre los senderos Amerindios, o ese otro poeta algo distinto que nos atestigua los encuentros tenidos en los senderos de Abya Yala: nos descubre otras visiones de lo primigenio, de lo originario que él, a su vez, ha descubierto por estos caminos poéticos y existenciales y nos las presenta permitiéndonos volver a conocernos y reubicarnos en el territorio que siempre nos ha pertenecido, invitándonos, sin ninguna adhesión política, ni hacer presente ideología alguna, por medio de detalles muy humanos y cotidianos, a buscar, conocer y aclarar nuestra concepción sobre el papel de las etnias amerindias en la historia, más allá de la que le han otorgado los historiadores tradicionales, al margen de la cultura universal, negándole a nuestros pueblos el derecho a su total autenticidad y de la defensa integral de los mestizajes que han dado origen al continente tan diverso que ha venido a ser América, actualmente.

 

Son los espíritus fundadores de la huella – sendero…

los inventores de Abya Yala…

los primeros exploradores del continente del cuerpo…

y del universo del sueño…

los forjadores del abrazo Hombre – Mujer, multiplicador de vida…

los descubridores del hálito azul concedido a la criatura humana…

los sembradores en los surcos del pensamiento, del rugido y del canto…

¡Los pobladores del principio!... que ahora reinicio.

(Desde la placenta del tiempo)

 

En este recorrido por la vastísima Abya Yala, Miguel Ángel nos la presenta con postales, instantáneas de la cotidianidad que, más allá de la imagen de lo inmediato, nos enseñan la concepción del universo de los pueblos y su relación con él, en sus sociedades.

 

Hemos llegado hasta aquí, hasta los leños ardientes de tu fogón,

para volver a reconocernos en los esfumados rostros del pasado.

 

Hemos llegado, hasta el fuego de tu hogar, con la sonrisa

del que sabe que sigue pisando suelo materno.

 

Reiniciando el relato de la crianza de los primeros abuelos.

 

Creciendo entre Copihues y Canelos.

 

Escuchado las imágenes del sueño del predio azul.

 

Inventando el aliento… el suspiro en medio de la arcilla,

La hierba y las hormigas.

 

Estamos alrededor de tu fuego encontrando las palabras

del silencio antiguo: ése en donde anidan los pájaros del festín de la

mañana.

(Al pie del fogón)

 

Dando una respuesta particular a la aún negada posibilidad de una tradición narrativa diferente a la occidental, Miguel Ángel nos abre unas puertas a las distintas tradiciones multimediales de los pueblos amerindios que, de diversas formas, distintas a las escritas, siguen transmitiendo sus mitos, poesías, leyendas, cuentos, cantos y dramatizaciones, sin obedecer a los patrones estéticos y culturales que se ha pretendido imponer, bárbara y excluyentemente, desde la conquista, como los únicos válidos en nombre de Dios y la civilización.

… el sonido sonaja del Quetzal es seguido por el del Zacuán.

El Azulejo invita al pito del Tzinizcan.

El Cenzontlatole teje su trino en medio  de los gorjeos del Quétchol, la gran guacamaya,

y del Ayocuan de pico amarillo.

El Huitzilli se escurre entre las alas del pájaro cascabel…

y he visto a las melancólicas Cocotli aparearse, en las aguas, para siempre…

entonces todas se convierten en el Pájaro del Agua resplandeciente.

(Diálogo entre los cedros)

 

Somos sabia de maguey, hojas de ahuehuetes, hambre del jaguar, ensueño de la serpiente, sabor de la vainilla, ardor del chile, almendra del cacao, luz de la mazorca, canto de la garza azul, grito del perro xoloitcuintlis, sombra del coyotl, espina del pez barbudo, color del jade, sudor de la turquesa, fragancia del jazmín, blandura del musgo, filo de obsidiana, frutos del nopal, visión del águila, rostro de la piedra, pálpitos de la tierra, moldura del agua, dirección del viento, fuego de la noche.

(Tecayehuatzin)

 

Miguel no nos propone preocupaciones sobre la realidad de las comunidades que visita en su viaje, no indaga sobre qué son los pueblos amerindios en el ámbito actual del continente y frente a la herencia o influencia europea y africana. Presenta, describe, narra, poetiza, con elementos de una estética propia, autónoma, producto de la transculturación que ha dado origen a la actualidad del continente americano, con la cual transgrede el paradigma estético occidental, al acogerse a las formas tradicionales del poema escrito y el libro impreso de esta, sin dejarse ceñir por la métrica española e introduciéndoles los paisajes socioculturales, históricos y naturales, autóctonos, de su comunidad y las demás comunidades que va conociendo, contribuyendo así a la reubicación de estas tradiciones en el espacio que les ha sido negado y sólo, a veces, se les otorga, como limosna, como un hipócrita contentillo, como elemento de un espectáculo pseudo incluyente, integrador y  reconocedor de lo diferente a la regla prefabricada y entronizada como molde.

 

Hormigas… y los siglos:

¡Los mochicas se fueron tras los cantos de las ballenas!

¡Perseguimos el destino del caballo de las estepas!

¡Hogueras rogativas para los Kofanes del Putumayo!

 

Alpargatas de Timoleón García abandonadas en los surcos.

 

Las hormigas descubren el origen de los Nazcas

en las pinzas de una araña muerta.

(Recolección de las hormigas 2)

 

Hemos tropezado con los fantasmas ahuyentados de los templos,

en las orillas de un manantial del volcán Popocatépetl.

 

Dos serpientes se alimentan de la  miel de los muertos

derramada en los fogones de los Yanomanis.

 

Un río circular se oculta en el cerro de Duida.

(Recolección de las serpientes)

 

La dulce sangre de la luna ya visitó a la Lucila… nuestra única niña,

Que ha ido alejándose del corral de los cuy.

 

La familia Kowii regresó de lo lejos

y de nuevo florece la última casa de Atuntaqui.

 

Y en los sueños, aún, olemos

la canela de las fiestas de Cotacachi y Karanqui.

 

Así, Taita, nuestras pequeñas sombras continuarán

el ir y volver en los costados azules de tu monte.

 

Que Pachacamac siga cubriendo tu altura.

(Runa Benito Ulcuango)

 

No nos plantea Malohe en Encuentros en los senderos de Abya Yala, tampoco, un poemario de ambición épica totalizadora, una exploración minuciosa del continente y sus gentes: nos lo muestra con una economía certera del lenguaje. No nos trae en sus poemas una acumulación de imágenes que nada nos cuentan en sí mismas, por el contrario, la intensidad expresiva del poemario radica en su alejamiento de la retórica recurrente y presentarnos nítida, acertadamente, las distintas costumbres, ceremonias, celebraciones o rituales que el poeta atestigua en su caminar, los intercambios sociales que conforman la vida y la esencia de los diferentes grupos a los que se aproxima y nos aproxima, compartiéndonos elementos míticos y legendarios, volcando en el poemario relatos de las costumbres y tradiciones, testimonios de las distintas experiencias de vida de los pueblos que visita. Se nos presenta Vito, aquí como un espectador, al igual que nos pone en esa misma perspectiva, nos hace partícipes de su viaje. No es él ya quien nos lleva de la mano para descubrirnos un universo, sino que descubre con nosotros esos otros universos en cada verso, en cada imagen, aún al dirigirse Hacia el cementerio familiar, brindándonos una visión periférica del viaje a las raíces que nos comparte, desdoblándose para dejar de ser, un poco, parte del ritual al que nos acompaña.

 

En Flor de La Guajira flota un aire vaporoso,

donde las libélulas se quedan pegadas en los escasos arbustos del lugar.

 

Alieetshi me conduce hacia la única sobra: la tienda de Rosa Iipuana.

 

Ella nos recibe y, al vernos la mirada,

nos lleva a un rincón, nos entrega un cebo blando… susurrándonos:

 

“Dos espíritus amarillos viajan en sus espaldas,

Son wanülu de la enfermedad…

deben botar todo lo que han comido en los últimos días

y no hablar entre sí durante la recuperación”.

 

Así lo hicimos…

y el vacío de todos los Wayuu muertos

y el misterio de todos los Wayuu vivos

se montaron en nuestros hombros.

(Flor de La Guajira)

 

En Teyuna el Pensamiento Madre

habita entre los sueños de una serpiente bejuquera

y los gritos de un mico mochilero.

 

En el camino de Mackutama a Seiyua

se observan todos los rincones sagrados para el pagamento,

donde los hijos de la tierra negra tributan a la vida.

 

¡Kuru kuu! ¡Kuru kuu!... En Chibillongui se escucha

la canción de la luna sobre los hombres y sus sombras:

 

“… animalillos de luz pensamiento

en mundo de fuego y canto.

 

Se les pide armonía en los pasos

y, en la muerte, renacimiento”.

(Palabra 6)

 

Este libro es una creación individual a partir de las percepciones tenidas en los intercambios con otros creadores de Abya Yala, alimentada de la oralidad sin ser, tampoco, una reconstrucción o una interpretación de la herencia cultural de los pueblos originarios. Miguel Ángel hace para nosotros las veces de un relator, no del narrador típico de la tradición occidental que se apropia de lo expresado, como creación propia. Vito se sabe posterior a la historia que nos narra, a los sucesos que nos describe, a pesar de presenciarlos en tiempo presente, vistos estos como parte de la tradición que ha sobrevivido en medio de las distintas culturas que han venido a ocupar los espacios geográficos de Abya Yala, en donde, a estas alturas, no es tan fácil trazar una línea de separación entre las culturas indígenas, mestizas y blancas.

 

¡Los espíritus del viaje son locuaces ante los taciturnos!

 

… y escucharás los acontecimientos de los tres mil vuelos de un cóndor blanco

alrededor de una flor de invierno en los altos del Cotopaxi

… de los infatigables días de una mujer sentada en un cerro del Chinchipe

en la espera del hombre verdadero

… de las seis princesas del Inca Pachacútec que ungían sus pechos núbiles

con algas de laguna y los ofrecían a un sol guerrero

… de un Alcamari, vestido de Llama, que baja cada año del Huascarán

para recorrer los caminos inconclusos de la primera Madre ubicua y mortal

… de los gritos azules que humedecen la vida, a pesar de la vida misma,

entre las aguas del Titicaca y el barro del Umbramba

… de los pasos de Dolores Cacuango mientras tejía un poncho con fibra del

 entendimiento

… de los viajes, por nueve ríos, de los recolectores del sabor de la zarzaparrilla

… de las apariciones del Puma Awki, ablandando el maíz, en las cocinas de piedra de Pallatanga.

(Runa – Raiz)

 

Nos asiremos a la tilma del Único Creador, el Dueño del Junco y la Cerca,

y se ha de develar su desnudez en la nuestra… y encontraremos el espíritu de la

hondura de la vida… y le avisaremos a nuestros hijos para que lo tomen, allí, junto a la

brasa del Copal; para que lo beban, allí, sobre las aguas de la acequia de los frutales,

esa misma que los adormece en los sopores del medio día; para que los abracen,

allí, encima de los pechos de los vendedores de hortalizas…

(Nezahualcoyotl)

 

En este viaje de la palabra, nos llevan Vito y Miguel Ángel, por su tierra y su paisaje vital, Guajiro o Americano, invitándonos a conocerles, a la vez que nos ubican con sus imágenes diferentes y mágicas, despojadas de las frecuentes imposturas y rebuscamientos que se acostumbran por los poetas que, parecen, recurrentemente, buscar más brillar ellos que su propia obra y se refugian en las altisonancias estridentes en busca de llamar la atención al no tener muchas cosas para decir. Nos llevan a reconocernos en la diferencia y a partir de esta a plantear un intercambio que permita un enriquecimiento mutuo al margen de la histórica marginación a la que ha condenado el canon occidental a las expresiones que se diferencian y apartan de sus lineamientos y, en este punto, la propuesta de su voz, de sus voces, se configuran en una propuesta, una poética de la reafirmación cultural que, desde el reconocimiento de su lugar en el universo, ya no como miembro de una comunidad particular, sino viendo ésta en su relación originaria con  las demás de su continente y el planeta en general, se abre a compartir y defender una historia y una tradición que han sido acalladas o mal contadas por los invasores de sus territorios ancestrales.

2 comentarios:

  1. Hombre Luis carlos muchas gracias por compartir sus emociones de encanto por la poesía de los acallados, me gustó mucho el volar al que invita esta clase de poesía, de la cual precisamente conocía muy poca... Gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cristhian, me alegra que el texto te abra puertas y te invite a conocer sobre esta poesía. Esa es la idea con él, más allá de dar mi opinión sobre este poeta que es uno de mis preferidos.

      Eliminar